¿Por qué corremos?
Correr es perseguir a Bambi
hasta que caiga muerto para poder comerlo; por eso nos gusta: porque nos sirve.
¿Cómo se llegó a estas
pruebas, si es que de pruebas puede hablarse?
Lieberman se juntó con el biólogo
evolutivo Dennis Bramble (Universidad de Utah) y se dieron manija con la
hipótesis, sobre la base de informes de cazadores africanos que persiguen -aun
hoy- antílopes por la sabana del continente en el que empezó todo.
Bambi es más veloz al
principio pero si tiene que acelerar un poco, ir más rápido porque lo acosan,
se le complica la vida y el organismo: el costo extra de hacerlo es muy alto
para su cuerpo, ya que sus funciones orgánicas comienzan a fallar, respira mal,
el corazón parece estallarle, no puede más.
Para el humano, es
totalmente distinto. El Homo sapiens cazador puede correr a un ritmo parejo
mucho tiempo; horas. Si un grupo de humanos lo corre, al principio el
cervatillo se alejará, pero mientras se sienta amenazado seguirá corriendo. A
los 10 o 15 kilómetros el animal habrá muerto de hipertermia. Para atestiguar
la dispersión de la técnica (“caza por persistencia”), es decir que allí donde había
humanos había corredores, reunieron testimonios de las tribus goshutes y papago
en el oeste de los Estados Unidos, de los bosquimanos de Botswana (cazar un
kudu les lleva entre tres y cinco horas;¡oh, casualidades maratónicas), de los
indígenas de Australia, de los guerreros masai en Kenia, de los indios seri y
tarahumara en México, entre otros.
Esta capacidad del sapiens, de paso, puede colaborar para desentrañar uno
de los mayores misterios de la evolución humana: qué diablos pasó con los
neandertales, esos primos humanos que quedaron perdidos en la prehistoria pese
a contar con mayor volumen cerebral, a que eran más corpulentos y más fuertes.
Y la respuesta no estaría muy lejos de una ironía: los mató una extraordinaria
fortaleza, que tenían y usaron, pero que fue la misma que les impedía cazar del
mismo modo en que lo hacía su primo flaco, que de a poco empezó a quedarse con
todos los recursos al salir de la que sería la última glaciación (para ellos).
Los neandertales no
soportaron seguir corriendo así. Esta idea puede mezclarse con otras que hablan
de la hibridación entre las especies (pero con mayoría de genes sapiens, qué
tanto).
Fue Bramble y su equipo de
Utah-Harvard quienes identificaron 26 marcas en el cuerpo humano relacionadas
con la capacidad de correr largas distancias. Sus hallazgos fueron tapa de la
revista ciencias Nature, que es como ganar un campeonato para un científico.
Los científicos explicaron –vía
hipótesis- que una distinta disposición para las carreras (específicamente
maratones) fue lo que destruyó a los neandertales y entronizó al Homo sapiens.
Y van a lo orgánico: nombran el tendón de Aquiles y el ligamiento nucal que
posiblemente los neandertales no tenían tan desarrollados ( y sí otros buenos
corredores como perros, caballos y conejos). Como ya estaban en el Homo
erectus, hablaron de una evolución “para correr” de dos millones de años.
(Recordemos de paso que la evolución no es lineal y que lo que está presente en
el Homo erectus no necesariamente debe “pasar” al Homo neanderthalensis; además
de que los cambios evolutivos no son “para” un fin determinado sino
consecuencia del azar.)
Otro estudio del mismo
equipo –científico más, científico menos- se enfocó en la evolución de los
dedos del pie: el hecho de que sean así de cortos también dio una mano (un pie)
para que se pudiera correr así de bien. Lo publicaron en el Journal of
Experimental Biology, y mostraron que eran más eficientes que los más largos de
otros animales, simiescos y no precisamente buenos corredores. Si fueran apenas
un 20% más largos se duplicaría el trabajo mecánico del pie, con más lesiones y
más gasto energético. Ya se refirió a los ligamentos y tendones de pies y
piernas de los que carecen los chimpancés. Y con ustedes otro secreto para
poder correr: el trasero. Sin él tampoco correríamos, o no tanto.
No lo decimos nosotros (que
somos más bien de glúteos flacos): Lo dice Lieberman, cuyas posaderas no
conocemos: “Tu trasero es un músculo para correr; apenas se usa al caminar”.(Si
usted desea decirlo de un modo fino ante los padres de su novia/o en la mesa
del domingo y con los ravioles delante, puede apelar al eufemismos técnico: glúteo
máximo. “Suegra, su glúteo máximo está hecho para correr, no lo desaproveche”)
También hay diferencias orgánicas interesantes con
los chimpancés, por ejemplo, que sí caminan pero no corren.
Comentarios
Publicar un comentario