Un poco de historia



También tendrá impacto, 2.500 años más tarde, otra de las órdenes de Milcìades, aquella que supuestamente dicta, luego de la heroica carnicería, a un soldado llamado Filìpides: le pide que corra hasta Atenas para informar que el enemigo ha sido derrotado.
Y como ya todos saben, el bueno de Filìpides –un hemerodromo, es decir, un heraldo militar que debía llevar a pié lo que hoy podría comunicarse por mail o mensaje de texto- encara al trote los casi 40 kilómetros que separan Maratón de Atenas, atraviesa semidesnudo los muros de la gran ciudad-estado –tal como ilustra el estupendo cuadro Le soldat de Marathon, del francés Luc-Olivier Merson- y con el último aliento comunica la buena nueva.
“Nenikhkamen”, dicen que dijo. “Alégrense que ganamos”.
La historia es perfecta y redonda, pero los límites entre mito y realidad se borronean de tal forma a la horade biografiar al primer maratoniano, dado que muchos historiadores dudan de que hablemos de un solo hombre, de una sola carrera, e incluso de una playa.
El primero en hablar de Filìpides (Phidippides) fue Heròdoto, el historiador que es la gran fuente de casi todos los estudios de aquella batalla de Maratón. Heròdoto escribió nueve libros con los que fundó la historiografía griega (casi se diría, la historia como ciencia). En el libro VI habla del asunto en cuestión. Pero no fue un testigo presencial.
Heròdoto tenía seis años cuando ocurrió la batalla de Maratón y escribió sobre ella varias décadas más tarde a partir del testimonio de ex soldados. En su obra se habla, efectivamente, de un corredor mensajero. Pero su relato no tiene que ver con la historia del hemerodromo que corre para comunicar la victoria, sino con alguien que lo hace para pedir ayuda.
Heròdoto señala que cuando la noticia del desembarco persa llegó a Atenas, Milcìades decidió enviar a un emisario para pedir refuerzos a Esparta. El detalle de los historiadores posteriores consideraron inverosímil es que entre ambas ciudades (Atenas y Esparta) la distancia no era de 40 kilómetros, como entre Atenas y Maratón: era de 200 a 250 (no vale consultar GoogleMaps, no había autopistas entonces).

Según los escritos de Heròdoto, Filìpides tardó menos de 48 horas en cubrir ese trayecto –desde el amanecer del primer día hasta el atardecer del segundo-; es decir que tuvo que haberlo hecho corriendo a ritmo constante. Para desgracia del mensajero, los espartanos rechazaron la invitación porque estaban abocados a una celebración religiosa y debían esperar hasta la próxima luna llena para poder asistirlos (lo que suena a excusas). Frustrado, Filìpides descansó una noche, y encaró el regreso.
En Atenas, mientras tanto, las tropas marcharon hacia Maratón antes de saber si recibirían el apoyo de Espartapara enfrentar la superioridad de los bárbaros medos. En su camino de regreso a Atenas, para comunicar la negativa espartana Filìpides atravesó un demoledor paso de montaña entre Esparta y Tejea. Allí, relataría luego, fue testigo de una aparición: el dios Pan –a quien la mitología atribuía la capacidad de generar un miedo enloquecedor- le comunicó su amistad con el pueblo ateniense y esto fue considerado un buen augurio. Aunque algunos escépticos consideran que el hemerodromo inventó la historia de la revelación, cualquier corredor aficionado sabe perfectamente que después de correr casi 500 kilómetros en pocos días, incluso sin la necesidad de atravesar pasos de montañas extremos, lo mínimo que puede ocurrir es terminar hablando con un dios mitad hombre mitad cabra como el propio Pan.
Lo cierto es que cuando Filìpides llegó, presumiblemente acalambrado, roto, a Atenas para avisar que estaban solos, las tropas habían partido hacia Maratón. La historia se pierde en este punto y no queda claro si el gran mensajero se sumó a los soldados que peleaban contra los persas, lo que habría supuesto otros 40 kilómetros extra al trote para completar una misión más difícil que cualquiera de las de Tom Cruise.
Es decir que, en síntesis, Heròdoto no dice nada acerca del corredor de Maratón, ni de su “hemos vencido”, ni de la súbita muerte del mensajero. En cambio su relato eleva la consideración atlética de Filìpides, ya que estaríamos en presencia de un ultramaratoniano con todas las letras.
En 1982, cinco miembros de la Royal Air inglesa quisieron terminar con las dudas que existían respecto de la historia narrada por Heròdoto. Su idea no era derrumbar el mito de Maratón –ya que, como veremos, todo tiene su explicación-, sino hacer justicia con Filìpides y destacar que la epopeya del primer hombre fue aun mayor que la que el mundo moderno conoce.
Loa aviadores, todos ellos maratonistas experimentados, decidieron demostrar que una persona es capaz de recorrer la distancia entre Atenas y Esparta en menos de dos días. Buscaban contrarrestar las opiniones de muchos autores que señalaban que eso era fisiológicamente imposible y que por eso había que analizar la posibilidad de que en realidad hubieran sido varios los hombres mensajeros, y no uno solo como escribió Heròdoto.
Jim Fixx, por ejemplo, uno de los grandes responsables de que en los años 80 estallara la moda running en los Estados Unidos gracias a sus publicaciones, sostuvo sin mayores fundamentos en su best-seller, Second Book of  Running (1980), que no pudo haber sido un único hemerodromo el que corrió Atenas- Esparta en menos de dos días. Pero el equipo de corredores británicos demostró todo lo contrario.
Tres de los cinco hombres de la aviación inglesa que salieron desde Atenas con rumbo a Esparta lograron completar el trayecto, y los tres lo hicieron en menos de 48 horas. De hecho, bajaron las 40 horas: John Scholtens lo hizo en 34h30m; John Foden, en 37h37m; y John McCarty, en 39h.

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